Tengo la ligera sospecha, que cuando uno está mal… todo lo que te rodea… conspira para que aún te encuentres peor. Me explico… no os ha pasado alguna vez, tener un mal día o simplemente estar baja de ánimos, comentarlo a algún conocido/a:
– Verás, hoy no tengo un buen día, me levanté algo decaída… y parece que lo único que se les ocurre responder es:
– A mí, es que no me gusta ir dando pena… pues yo estoy muy bien… hay chica… pues no entiendo porqué te sientes mal… y te cambian de tema… ala a otra cosa mariposa 🙂
Acaso no saben ponerse en el lugar de la otra persona, e intentar entender como se siente? Pues no, no saben o no quieren…
Al final uno aprende que es mejor decir siempre: – estoy muy bien… que ser sincera y decir en cada momento como te sientes, total… o toman distancia y no se implican o te cuestionan y aún te sientes peor 😦
Está comprobado que las personas solo queremos compartir cosas agradables, si son cosas para lamentarse… como que la peña se dispersa. Así está la sociedad, llenita de personas cada vez más superficiales, que se utilizan y reutilizan como si de un kleenex se tratase. Tratan de no implicarse lo más mínimo y lo único que hacen es reír las gracias ajenas.
En definitiva, cada día empatizamos menos o más bien nada. Queremos ser escuchados, que nos aconsejen, que nos entiendan, pero hay… que no nos suelten el rollo que nos dispersamos rapidito.
La empatía es una habilidad social y para que pueda desarrollarse en consideración, deben tenerse en cuenta algunas capacidades del comportamiento tales como:
La calidad de interrelación, El desarrollo moral, La agresividad, y El altruismo (generosidad).
También debemos tener en cuenta:
Las respuestas emocionales,
El bienestar que orientamos hacia las otras personas, y
Algunos sentimientos empáticos (simpatía, compasión y ternura).
Ser empáticos es simplemente ser capaces de entender emocionalmente a las personas, lo cual es muy importante en las relaciones interpersonales.
Hombres carentes de empatía:
(Texto extraído del libro de Enrique Rojas, El hombre light)
El famoso psiquiatra y escritor español Enrique Rojas publicó en 1992 un libro titulado El hombre light, en el que compara la oleada de productos «light» que invadió el mercado en la década de los años 80 -Coca Cola sin cafeína, cerveza sin alcohol, margarina sin grasa, y edulcorantes sin azúcar- con un nuevo tipo de persona que carece de substancia, que es sólo apariencia, máscara, sin nada por dentro. Muy aplicable en este 2011, de modo que el hombre no evoluciona o evoluciona más bien poco.
Lo «light» está de moda, y con ello toda una forma nueva de ver la vida: todo light, flojo, reducido, aguado, vacío de contenido.
Rojas asevera que en este nuevo clima psicológico está surgiendo un nuevo modelo de persona: el «hombre light». Puede describírsele de la siguiente forma: un hombre indiferente a los valores trascendentes, que hace del dinero, del poder, del éxito, del sexo, del narcisismo y del pasarlo bien, la totalidad y el contenido de su vida. Carece de creencias firmes y no acepta que haya una verdad absoluta -aunque tiene un deseo insaciable de información-. Quiere saberlo todo, no para cambiar o mejorar sino, simplemente, para conocer lo que está pasando.
El «hombre light» posee cuatro atributos característicos: hedonismo, consumismo, permisivismo y relativismo. Padece de un exceso de «cosas» y de una correspondiente carencia de valores. Harto y aburrido de la vida, busca una felicidad «a la carta». Su pensamiento es débil e inconsistente; sus convicciones, tambaleantes. En conjunto, el «hombre light» es una persona que no tiene puntos de referencia; no posee una meta en la vida ni un ideal que dé sentido a sus empresas.
En contraste con este tipo de hombre frágil, Rojas presenta otro modelo: el «hombre sólido». Mientras el «hombre ligth» avanza en todo, menos en lo más importante, el «hombre sólido» se compromete, se esfuerza; es consistente, profundo y moralmente auténtico; se sobrepone al escepticismo cínico reinante y es capaz de subir al plano espiritual para descubrir cuanto tiene de bello, noble y grande la existencia.
El «hombre sólido» es una persona madura. Su vida tiene una dirección y sus acciones encajan perfectamente dentro del significado de toda su existencia. La madurez es solidez. La madurez desemboca en ideales y genera la firmeza para mantenerse fiel a ellos. En términos parecidos, el padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, describe la diferencia básica entre el hombre maduro y el inmaduro: «La historia y la mentalidad modernas nos han acostumbrado a clasificar a los hombres en buenos y malvados, listos y tontos, ricos y pobres; pero tengo para mí que hay una distinción más básica y más en consonancia con lo que es el hombre; yo los separaría en generosos y egoístas, batalladores y sensuales. El egoísmo y la magnanimidad, la sensualidad y la lucha han partido al mundo en dos bandos penetrando todas las razas, las culturas, las edades y las estructuras sociales. Al fin y al cabo se puede ser materialmente el más pobre del mundo y el más tonto, pero si hay generosidad y espíritu de trabajo y conquista, ahí está un hombre que tiene su centro más arriba de sí mismo, un hombre que se ha tomado la vida en serio y ha puesto su ideal a rendir, un hombre abierto.
Se admiten propuestas, opiniones y demás. -Ana-